lunes, 7 de enero de 2013
Quienes son los patriotas
¿QUIÉNES SON LOS PATRIOTAS?
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad
Pompeu Fabra
15 de noviembre de 2012
Mark Twain, uno de los autores más críticos de la sabiduría
convencional que ha tenido EEUU, escribió frecuentemente que el
concepto de patriotismo, en cualquier país, es uno de los más
utilizados para esconder intereses de grupos sociales que quieren
mantener, por todos los medios, sus privilegios utilizando el
sentimiento patriótico como mecanismo de movilización popular,
identificando sus intereses particulares con los intereses de lo que
llaman patria. Antonio Gramsci, en Italia, uno de los analistas más
importantes que han existido en Europa de cómo el poder se
reproduce en las sociedades, subrayó con gran agudeza la función
ocultadora de los símbolos de la patria para defender los intereses de
las clases dirigentes.
España (y Catalunya dentro de ella) es un ejemplo claro de lo que
Mark Twain y Antonio Gramsci indicaron. Las derechas han sido
siempre las que se han presentado como las grandes defensoras de la
patria, defensa que requiere los máximos sacrificios de los que están
a su servicio. Uno de los eslóganes de la Guardia Civil (el cuerpo de
policía armado que históricamente ha tenido la función de mantener
el orden público y reprimir cualquier agitación social que cuestionara
las relaciones de poder existentes en España) era “Todo por la
patria”, lo que podía significar incluso la pérdida de la vida de los
guardias civiles aunque también, mucho más frecuentemente, la de
los represaliados. La Monarquía, el Ejército y la Iglesia han sido
siempre las estructuras institucionales que han defendido el poder de
los grupos dominantes en las esferas financieras y económicas (y, por
lo tanto, políticas y mediáticas) del país, utilizando el amor y el
compromiso con la patria como mecanismo de movilización popular
en defensa de sus intereses. Las pruebas históricas que avalan esta
utilización de la patria para dichos fines particulares son robustas y
abrumadoras.
Tales instituciones de derechas son pues las que se consideran a sí
mismas como las defensoras de la patria. Hace sólo unos días, el
diario monárquico profundamente conservador ABC ponía en portada
a la Duquesa de Alba como la gran defensora de la patria española
acusando a los catalanes de ser poco patriotas (11 Nov. 2012). Tal
personaje es una de las terratenientes más importantes de España y
está entre los que reciben mayores subsidios del estado español y de
la Unión Europea, a cargo del erario público. Su linaje familiar, por
cierto, ha jugado un papel clave, junto con otros terratenientes, en
reproducir una situación en el campo andaluz responsable, en gran
parte, de la pobreza de las poblaciones rurales de aquella parte de la
patria española.
Pero la credibilidad de tal tesis (de que las derechas son las que
sostienen el patriotismo) depende, en gran medida, de lo que se
entienda por patriotismo, el cual, como la mayoría de sentimientos,
no es fácil de definir. Después de todo, ¿qué quiere decir amor a la
patria?
¿Qué es patriotismo?
Pero, independientemente de las muchas maneras mediante las que
tal concepto y sentimientos puedan definirse, sí que debería haber un
componente que coincidiera en todas las definiciones posibles. Y éste
es que el amor a la patria debería incluir amor a la ciudadanía de la
entidad así definida. No se puede amar a España (o a Catalunya) sin
estar dedicado al bienestar de la población que constituye tal país
(España y/o Catalunya). Y, puesto que la mayoría de la población
pertenece a las clases populares, un indicador de patriotismo debería
incluir como elemento definitorio el compromiso y dedicación a la
mejora del bienestar de las clases populares. No se puede amar a
España (y a Catalunya) sin este compromiso, pues de lo contrario se
tiene una visión excesivamente esencialista, casi mística, de lo que es
la patria, una concepción poco coherente con la vida real de las
personas. En realidad, si la definición de patriotismo no incluye un
compromiso por mejorar la vida y bienestar de la mayoría de la
población, entonces hay que sospechar que el concepto de
patriotismo está siendo utilizado, confundiendo los intereses de la
patria con los de un sector minoritario de la población.
Parecería, pues, razonable aceptar, incluso por las derechas, que un
elemento común de tal patriotismo fuera la dedicación de las fuerzas
patrióticas al bienestar del pueblo, que en términos cuantitativos,
serían las clases populares, clases populares que en cualquier país
incluyen las clases trabajadores y las clases medias de renta media y
baja.
¿Son patriotas las fuerzas que se autodefinen como tales?
Pues bien, tal dedicación puede evaluarse incluso numéricamente.
Como decía Mark Twain, el amor no puede cuantificarse, pero sus
consecuencias sí. Veamos, pues, los datos. En aquellos países de
Europa donde las derechas (que se autodefinen como las fuerzas
patrióticas) han tenido más poder históricamente, tales como el Sur
de Europa (España, Grecia y Portugal), el nivel de desarrollo
económico, social y político ha sido el más bajo de la Unión Europea.
Los datos son abrumadores. Tanto el PIB per cápita como el gasto
público social per cápita, o el número de recursos públicos (desde
transferencias públicas, como pensiones, hasta servicios públicos,
como sanidad y educación, que contribuyen enormemente al
bienestar y calidad de vida de las clases populares) han sido, y
continúan siendo, los más bajos de la UE-15. Es también en estos
países donde los ingresos al Estado son los más bajos, donde la
política fiscal es más regresiva y menos redistributiva, donde hay más
fraude fiscal y donde hay mayores desigualdades y concentración de
la riqueza.
Estos datos permiten, entonces, hacerse la pregunta ¿dónde está el
amor a España de los súper patriotas españoles? Su compromiso con
el bienestar de la población parece estar muy sesgado hacia ciertos
grupos y clases sociales, a costa de los intereses de la mayoría de sus
poblaciones. La evidencia de ello es abrumadora. Así como es
también abrumadora la evidencia de que este sesgo clasista del
patriotismo aparece en varios momentos de la historia de este país.
En todos ellos, cuando el gobierno elegido por la ciudadanía a través
de procesos democráticos llevó a cabo políticas públicas que
beneficiaron a las clases populares, reduciendo los privilegios de los
grupos y clases sociales antes mencionados, las derechas
superpatriotas se rebelaron militarmente para interrumpir tales
políticas. En España, los superpatriotas –la Iglesia, el Ejército, la
Monarquía, la banca y la oligarquía empresarial- establecieron un
régimen enormemente represivo (por cada asesinato político que
cometió Mussolini, Franco cometió 10.000, según el Catedrático
Malefakis, de la Columbia University, experto en el fascismo europeo)
que dañó enormemente a la mayoría del pueblo español. Cuando el
golpe militar de 1936 ocurrió, el nivel de desarrollo económico
español era casi idéntico al italiano. Su PIB per cápita era semejante
al PIB per cápita italiano. Cuando la dictadura terminó, en 1978,
España tenía un nivel de riqueza que era sólo el 68% de la italiana.
Este fue el coste que aquel supuesto patriotismo significó para el
pueblo español. El golpe militar se realizó no para salvar la patria sino
para que la Iglesia pudiera continuar controlando la educación de los
españoles y también la tierra que poseía (la Iglesia era el
terrateniente con mayor extensión de tierra en España. Hoy es el
segundo); para que la Monarquía continuara siendo el sistema político
que garantizara el dominio por parte de las derechas de los aparatos
del Estado, incluyendo las Fuerzas Armadas, la Judicatura y las
Fuerzas del Orden; para que el Ejército tuviera sus privilegios,
garantes de la unidad de la Patria (convirtiendo al Ejército en
instrumento de represión interna); para que la banca y la oligarquía
empresarial pudieran mantener sus escandalosos privilegios (que
todavía se mantienen hoy, como queda claro con la excesiva
protección de la banca frente a los desahuciados); y así un largo
etcétera.
La oposición popular a tales medidas regresivas del sistema
establecido por los supuestos patriotas explica la enorme represión
que caracterizó aquel periodo de dominio del estado por las derechas
supuestamente patrióticas. Su carácter nacional, por cierto, quedó
negado por el hecho de que su victoria se debiera primordialmente a
la ayuda que les prestó la Alemania nazi y el fascismo italiano. Sin
esta ayuda extranjera, el golpe militar no podría haber conseguido
parar la oposición a tal golpe.
¿Dónde estaba y dónde está ahora el amor a España de los
supuestamente patriotas?
Esto podría también preguntarse hoy al gobierno de derechas
español, que está llevando a cabo el ataque (y no hay otra manera de
definirlo) más feroz al bienestar de las clases populares. Hoy se están
haciendo reformas que afectan muy, pero que muy negativamente al
bienestar de la población, y muy en particular de las clases
populares. La evidencia de ello es contundente. Nunca antes en el
periodo democrático, el ya insuficientemente financiado Estado del
Bienestar español ha estado bajo un ataque tan frontal. Y este ataque
se está haciendo para el beneficio de los mismos intereses
económicos de siempre: el capital financiero español y el mundo
empresarial de las grandes corporaciones, a costa del bienestar de
todos los demás. De nuevo, la evidencia de ello es robusta y
convincente.
Y todo ello se hace justificándose con la necesidad de aplicar tales
políticas de austeridad que son –según el establishment español- las
únicas posibles, lo cual es fácil de demostrar que no es cierto. Podrían
aplicarse otras que no afectarían a los intereses de las clases
populares, afectando, en cambio, a los intereses de los grupos que,
de nuevo, se presentan como superpatriotas, defensores de España.
Esta desfachatez (y no hay otra manera de definirlo) se hace violando
la soberanía de la Patria que dicen amar tanto, obedeciendo
dócilmente al gobierno alemán, como lo hicieron también en los años
treinta. Es la repetición de la historia. Ahora, como entonces, los
superpatriotas utilizaron la bandera para defender sus intereses de
clase. Así de claro. Y haciéndolo así están traicionando, una vez más,
al pueblo español.
Hoy, en España, los movimientos de protesta social que salieron a la
calle ayer, en la Huelga General, en defensa de los derechos de las
clases populares y de la soberanía de España son los auténticamente
patriotas, entendiendo como tales a los que defienden a la mayoría
de la ciudadanía frente a una minoría que defiende sus propios
intereses y los de sus aliados internacionales, incluyendo las elites
financieras que dominan el gobierno alemán.
Una última observación. Le ruego al lector que haya considerado de
interés este artículo, que lo distribuya ampliamente, pues los medios
de mayor difusión no publican jamás este tipo de artículos. La
dictadura mediática exige una respuesta movilizadora que permita
presentar otros puntos de vista distintos y críticos de la sabiduría
convencional del país que se reproduce a través de tales medios.
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